Juana Francisca Fremiot nació en Dijón el 23 de enero de 1572. Su padre Benigno Fremiot
era entonces maestro de cuentas del parlamento de Bourgogne del cual
será después el presidente. Ella pierde a su madre al nacer su hermano
Andrés, el 26 de agosto de 1573.
En
el curso del año de 1578, ella acompaña a su hermana Margarita que
viene de contraer matrimonio en Poitou. En efecto su padre sentía venir
la guerra civil que provocaría la Liga, no teniendo donde refugiar a
Juana cerca de él. Fiel a su rey Enrique III, el se refugió en Flavigny.
En
1592 Su padre la llamó cerca de el a Semur y la dio en casamiento a
Cristóbal de Rabutin, barón de Chantal. El matrimonio se realizó el 28
de diciembre en el Castillo de Bourbilly. Juana tenía 20 años y el barón
27.
Fruto de su matrimonio tuvieron 6 hijos, dos de ellos vivieron muy poco.
En
1601 es la gran prueba de Juana: Su marido muere durante una cacería
tras ser herido accidentalmente por uno de sus amigos, entonces el ya
había tomado la decisión de no volver a la corte de París, sino de
quedarse con su familia en Bourbilly. Juana es presa de una gran
tristeza. Sus cuatro hijos, Celso Benigno (5 años) María Amada (3 años),
Francisca (2 años) y Carlota, nacida quince días antes de la muerte de
su padre, la librarán de la desesperanza. Ella continúa ocupándose de
los pobres de la vecindad, los acoge en la puerta del castillo, los
sirve con sus propias manos, visita a los enfermos, busca la justicia y
cuida de sus bienes. Pero ella siente un grande atractivo de servir a
Dios sin reserva.
En
1603 se abnegó cerca de su suegro en Monthelón. Allí un ama de llaves
gobernaba en la casa. Juana aceptó esta cruz y se ocupó de sus cinco
niños como si fueran sus propios hijos.
En 1604, el
señor de Fremiot, su padre invita a su hija a la prédica de Cuaresma en
Dijon. Monseñor de Ginebra tendrá a su cargo los ejercicios
espirituales. Juana reconoce entonces en el al director espiritual que
Dios le había hecho entrever en una visión algunos años antes. Ella le
pide que tomara el cuidado de su alma, esto lo hará el Obispo después de
mucha reflexión
En
1607 durante el curso de una permanencia de Juana en Saboya, Francisco
le revela su proyecto de fundar con ella la Orden de la Visitación. La
aceptación de Juana es inmediata, después de la muerte de su marido ella
no aspiraba más que a darse enteramente a Dios, conforme a la promesa
que los dos esposos habían hecho algunas semanas antes del deceso fatal.
El
29 de marzo de 1610 la baronesa de Chantal toma el camino de Annecy a
fin de fundar el nuevo Instituto. Venía de casar a su hija mayor María
Amada, con
Bernardo de Sales en 1609, acababa de perder a su última hija Carlota,
traía consigo a Francisca, dejando a Celso Benigno a cargo del señor
Fremiot. La Visitación será fundada el día de la Santísima Trinidad de
1610 fiesta de San Claudio, el 6 de junio. Ella tiene por compañeras a
María Jaqueline Favre y Juana Carlota de
Brechard.
Desde
entonces su vida será para la Visitación, lo que no le impedirá sin
embargo, seguir el consejo de San Francisco de Sales, su Bienaventurado
Padre de tratar los negocios de su casa, Bourbilly, Monthelón, de
ocuparse del casamiento de sus hijos confiándolos ardientemente al Señor
cuando los peligros los amenazan. Ella fue para ellos la madre atenta.
Las
fundaciones se multiplican. Juana vela por la unidad de la Orden,
emprendiendo viaje cada vez que esto sea necesario. A la muerte de San
Francisco de Sales tiene cuidado de recoger cartas y sermones preparando
un expediente para una futura canonización; pero destruye todo lo que
le concierne personalmente. Con las primeras madres puso al día los
textos fundamentales del Instituto, Constituciones y Costumbrero.
Visitas y negocios absorben su tiempo.
Las
Hermanas serán en adelante de clausura, mas la peste sobreviene, Juana
organiza la distribución de pan y medicinas. Ella está atenta a todo y a
todos.
Muere
el 13 de diciembre de 1641 en Moulins donde la Señora duquesa de
Montmorency deseaba recibir el velo de la Visitación de sus manos. Hasta
el fin ella dará ejemplo de caridad y de fidelidad a la Regla rogando
por la unidad de la Orden.
La vida de Santa Juana de Chantal es digna de admirar y de seguir, cuando lei su vida comprendi que yo estaba llamada a ser una hermana de la visitaciòn eso es lo màs grande hoy día puedo decir gracias por conocerles
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