martes, 20 de marzo de 2012

      "¡La Visitación es el rostro sonriente de la Iglesia!"                         
 ¡Viva † Jesús!

   Monjas, amigas de Dios
Se nos ha pedido un testimonio personal sobre la amistad con Dios, pero al comenzar a escribir estas líneas nos damos cuenta de que, volviendo a las raíces de nuestra espiritualidad, no podemos hablar de este tema sin tratar sobre la amistad en el seno de la comunidad. En efecto, como ésta última es prueba de la primera, así aquélla es fuente de la segunda. Por este motivo, nuestro testimonio será, por decirlo de alguna forma, “colectivo”.
Y para comenzar, nos presentamos. Somos las siete hermanas de la Orden de la Visitación de Santa María (fundada en 1610 por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal) que actualmente formamos la comunidad del Monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano. Provenimos de varios monasterios de cuatro países y tres continentes, por lo que podemos asegurar que estamos viviendo una experiencia fuerte de fraternidad y, por lo mismo, de amistad.
“La amistad es el sentimiento más exquisito”. Esta frase, tomada de una carta de nuestro Fundador –Obispo de Ginebra y Doctor de la Iglesia– a su amigo Antonio Favre, nos introduce en el fondo de la cuestión. El tema era para él de tal modo central que, con una pizca de audacia, podríamos definir la espiritualidad de este Santo precisamente: la mística de la amistad. Es revelador un pasaje del Tratado del Amor de Dios, su obra principal, en el que llega a definir la caridad, amor hacia Dios, como una amistad tan eminente que “supera a cuanto se pueda decir y pensar” (Libro I, cap. 13).
Y añade además que se da amor de amistad sólo cuando hay reciprocidad, pero “la reciprocidad supone tres cosas: que los amigos se amen mutuamente; que sepan que se aman; y que tengan comunicación, intimidad y familiaridad” (Ibíd.): ¡hay de sobra para alimentar toda una vida!
Nuestra vocación, de hecho, es esencialmente desear, buscar, construir y vivir día a día y momento a momento esta amistad con Dios que nos lleva a mirar con sus mismos ojos las mil circunstancias y encuentros de la vida. Como en toda relación auténtica, se necesita tiempo, escucha, esfuerzo para entrar en sintonía con el otro… y añadimos: con el Otro, con los sentimientos del Corazón de Jesús: “Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5), ese Jesús “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29) que San Francisco de Sales nos dio como camino regio para realizar nuestro carisma específico de contemplativas.
Pero ¿qué significa concretamente todo esto? Podemos hablar de nuestra experiencia siguiendo dos caminos que continuamente se entrecruzan hasta compenetrarse y llegar a ser sustancialmente uno solo. Ante todo está el camino de amistad con Dios. ¡Hay que tener el valor de… “aburrirse” delante del sagrario para llegar a experimentar esta amistad! Se comienza con pasos pequeños y con el esfuerzo de ir hacia Él, el compromiso de liberar el oído del corazón de todos los ruidos inútiles para hacerlo sensible a Su voz, hasta que llega al momento en que, de modo íntimo y personal, Él mismo viene al encuentro de nuestra alma y susurra inefablemente: “¡Levántate, amiga mía!” (Ct 2,10).
Y a partir de ese momento, toda la vida cambia. Sí, porque el experimentar la cercanía y la ternura del Señor, el Amigo por excelencia, hace que todo lo demás ocupe el puesto que le corresponde según el proyecto del Padre… sólo el que le corresponde –repetimos–, ni un grado más ni un grado menos. ¿Qué importancia pueden tener, en realidad, tantas menudencias de la vida cotidiana, que a menudo se nos hacen tan pesadas, en comparación con la Realidad por excelencia, es decir: Dios-con-nosotros? Y por el contrario, ¿qué trabajo nos parecerá insoportable, qué dificultad insuperable si los vivimos teniéndole a Él a nuestro lado? Parecen afirmaciones demasiado simples y obvias, pero el corazón está llamado precisamente a latir en esta “normalidad”, para que en nuestra vida reine un único amor y una única voluntad: ¡la de nuestro Dios-Amigo”!
El segundo camino de la amistad con Dios pasa a través de los hermanos. Es más, preferimos decir: a través de las Hermanas, porque es justamente dentro de su comunidad donde una contemplativa se hace fecunda y da vida a relaciones que, teniendo su origen en el Espíritu de Dios, se hacen vehículos de la Gracia. San Francisco de Sales –y con él Santa Juana Francisca de Chantal– nos ha dejado una herencia preciosa al pedirnos que “la recíproca caridad y santa amistad florezcan en la casa”. En estas breves palabras encontramos todo el pensamiento del Santo sobre la ascesis que quiere para sus hijas (hecha sobre todo de humildad y dulzura), así como los rasgos más auténticamente humanos de su corazón, que él mismo describe así: “Me parece que no hay en el mundo almas que amen más cordial y tiernamente y, por decirlo en una palabra, más amorosamente que yo, […] tengo la impresión de que no amo nada más que a Dios y a todas las almas por Dios”. (Carta de 1620 ó 1621 a Santa Juana Francisca de Chantal).
Esta descripción autobiográfica pinta a lo vivo lo que es, esencialmente, la santa amistad: algo extremadamente concreto, delicado, tierno y, al mismo tiempo, animado por esa intimidad con Dios que se encuentra en la raíz de todo. Requiere una actitud constante de atención al otro porque es siempre una relación personal. En efecto, comunicación, intimidad y familiaridad sólo pueden cultivarse “de corazón a corazón” (luego vendrá la universalidad del amor, es decir. la igualdad en la apertura a todas las hermanas, lo que impedirá que la amistad caiga en la trampa de las particularidades).
En un mundo tan fragmentado y sacudido por rayos de disgregación, pero al mismo tiempo sediento de unidad profunda, la amistad es uno de los valores más necesarios. Sin querer forzar los términos, nos parece que podemos decir que es el fruto maduro de comunidades verdaderamente fraternas. De ella brotan, como de una fuente, torrentes de gracia para las mismas monjas y para las personas que se acercan a ellas.
El primero de ellos, quizá el más evidente, es la alegría que nace de amar y saberse amado, a pesar de los límites y defectos que cada uno lleva consigo; es más, tendríamos que decir no “a pesar” sino “gracias a” estos límites y defectos, porque el verdadero amigo te mira con los ojos de Dios y sabe descubrir en ti la potencialidad del bien que tú mismo no ves. La raíz de esta alegría se encuentra en un nivel más profundo, menos visible, y es la libertad interior que proviene de no sentirse nunca pesado o juzgado, de la confianza y familiaridad de quien sabe que puede “jugarse la cara” porque tiene delante corazones abiertos y acogedores.
En segundo lugar, la auténtica fraternidad es el lugar privilegiado en el que la hermana puede formarse y dejarse formar según la línea trazada por el carisma de la Orden y en obediencia a la Iglesia. Al compartir con sencillez, libertad, franqueza y fraternalmente las propias experiencias y dificultades –los pequeños bienes y pequeños males, los llama San Francisco de Sales–, al dialogar sobre temas importantes (Palabra de Dios, Magisterio de la Iglesia, escritos de los Fundadores…), la riqueza de una se convierte en patrimonio de todas. Al final de uno de nuestros encuentros, una Hermana captó lo esencial diciendo: “¡Qué maravilla, he venido con una idea y me voy con siete!”
En tercer lugar, la riqueza de la amistad en la comunidad es una ayuda grandísima para afrontar y superar las crisis, problemas, incomprensiones que la vida presenta inevitablemente y que, en la mayor parte de los casos, están originadas por una falta de amor, verdadera o imaginaria. E incluso cuando las raíces de estas dificultades se encuentren en la misma persona, una fraternidad entrañable podría dar vida a una dinámica, si no de curación, al menos, de apoyo a los miembros más débiles. San Francisco de Sales escribía en una carta: “Es una gran verdad que la familiaridad con los que tienen un alma muy recta ayuda inmensamente a rectificar o a conservar la nuestra en la rectitud” (Carta a Celso Benigno de Chantal, 8 de diciembre de 1610).
Pero volviendo a la metáfora del torrente, el más límpido y caudaloso lleva el nombre de “testimonio evangélico”. Comunidades compuestas por personas que, a pesar de todo y a pesar de todas, se esfuerzan por ser cada día un poco más amigas de Dios y de las propias hermanas, se convierten, por pura misericordia divina, en pequeños faros que irradian en la noche la luz del Rostro de Cristo en el horizonte de otros hermanos y hermanas, con frecuencia náufragos en el océano de la vida… y esto aunque no hablen, aunque estén escondidas en la clausura.
Nuestra vida ahora, en el “corazón del corazón” de la Iglesia, casi en la cima de la colina Vaticana, hace que sintamos de modo aún más imperioso la necesidad de caminar por este sendero que, aunque con tanta pobreza, hemos intentado describir. Sí, porque sólo el hecho de ser profundamente “amigas de Dios” y de estar animadas por la “santa amistad” entre nosotras, hará que cada día sea más cierta una frase pronunciada por el Cardenal Paul Poupard en la Santa Misa celebrada en el monasterio de Annecy (Francia), cuna de  nuestra Orden, el 24 de enero de 2010, con ocasión de la apertura del Año Jubilar por el IV Centenario de la fundación: “Hermanas,¡la Visitación es el rostro sonriente de la Iglesia!”.

                                                              ¡Dios sea bendito!

 

5 comentarios:

  1. El blog es maravilloso, muy clarificador.Quisiera saber cuales son los requisitos para Ingresar al Monasterio.

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    1. Dios sea bendito! este es nuestro correo: visitacionrio@hotmail.com para lo que quieras saber! Dios te bendiga abundantemente!

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  2. Las hermanas de la Visitaciòn, Visitandinas o Salesas tienen una paz que solo Dios puede crear en quienes confian en èl. Lo màs hermoso es que siempre tienen una oportunidad para brindarte, la edad no es impedimento, porque entran mujeres mayores, muchas veces los correos no estàn funcionando, pero eso no es impedimento para comunicarse con ellas, siempre tienen sus puertas abiertas.. la vida Contemplativa es una bendiciòn ..

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  3. A mano derecha encuentran los Monasterios dònde estàn. Amèrica Central y del Sur, Amèrica del Norte, Monasterios en Asìa , Monasterios en Europa .. Hermosa Comunidad estoy feliz en mi pais Colombia

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